04 2008
Las lunas de Júpiter: Instituciones en red en las transformaciones productivas de Europa
Traducción de Marta Malo de Molina
“Che parlassero con due amici o a
una pubblica
riunione si sentiva che stavano tessendo una tela.
Entrambi erano
infaticabili tessitori di
ragnatele ma ciò che li rendeva estranei era che a
uno
interessavano le mosche da acchiappare per rafforzare le proprie posizioni,
all'altro le ragnatele come organi di collegamento
nel mondo degli insetti”[1]
(Nanni Balestrini).
Para pensar el concepto de institución-red como forma emergente de
cooperación entre los movimientos, propondremos en este artículo algunas
preguntas sobre las formas de organización innovadoras y sobre los procesos de
transformación y cristalización que han caracterizado a los movimientos en la
última década, ante el surgimiento de un espacio común a escala europea, tanto
de dominio como de organización de las luchas. En particular, nos centraremos
en los modos de conexión y contaminación entre las diferentes memorias
políticas que han llevado en estos años a la invención constante de prácticas
de organización, sin la ambición de definir un panorama completo que
reconstruya la geografía múltiple de los movimientos, pero sí con la intención
de situar algunos acontecimientos y algunos procesos, de identificar algunos
cristales de masa y proponer vectores transversales que sirvan para moverse en
la complejidad sin ahogarse dentro de ella[2].
Tal y como propone Raúl Sánchez en un artículo publicado con anterioridad en esta misma revista web, consideramos “que la temática de las instituciones presenta una actualidad extraordinaria en su relación con el problema de los contrapoderes sociales (y por ende políticos) o, dicho de otra manera, con el proyecto de una red de contrapoderes capaz de soportar una dinámica, discontinua e impredecible, de éxodo constituyente del dispositivo complejo capitalismo-governance-guerra”[3].
Proponemos por ello una primera definición operativa de la institución-red como institución sincrónica de cartografía que procede por situaciones, mutando dentro de geometrías variables y construyendo nociones comunes, donde surgen intensidades participadas, temporalidades convergentes y perspectivas compartidas entre movimientos sociales distintos entre sí, pero “componibles”. Contraponemos esta concepción de institución sincrónica a la institución partido, que define su proceso en términos diacrónicos y secuenciales, confiando la definición de sus líneas de desarrollo a una teleología programática. Esto no supone afirmar que en las instituciones-red desaparezca el problema del programa, sino que, en este contexto, el problema cambia radicalmente y cobra prioridad una reflexión sobre las cuestiones de la organización y de la realización: la posibilidad técnica de una cooperación social densa —a través de dispositivos legislativos (posibilidades asociativas transnacionales, vías de financiación), recursos informáticos (wetware y netware)[4] e infraestructuras para la movilidad— enriquece el espectro de prácticas que los movimientos tienen a su disposición en la construcción de formas horizontales de institucionalidad, es decir, prácticas a través de las cuales definir marcos complejos y proyectuales de articulación común de procesos autoorganizativos.
Situarse
En primer lugar, recordaremos en líneas generales las nuevas formas de la mentalidad de gobierno que intentan dar continuidad a la heterogeneidad del espacio político europeo. Y, en este contexto, indagaremos las exigencias que han impulsado en los últimos años a los distintos nodos de movimiento a invertir sus energías en los procesos de red. ¿Por qué en determinado momento sentimos la necesidad de desplazar nuestra atención hacia proyectos que se desarrollaban en otros lugares? ¿Qué puntos de conexión veíamos? ¿Existe una relación, y cuál, entre el debate que ha atravesado en estos años los movimientos sobre la necesidad —o no— de rearticular la acción política de acuerdo con la dimensión continental del gobierno y la crisis de las formas de regulación de la producción social y de representación política de la sociedad?
1. Si, por un lado, en los últimos años, ha surgido un proyecto de gubernamentalidad compleja y multiescalar[5] que se despliega sobre el espacio europeo para homogeneizar las políticas públicas nacionales, por otro, este mismo proceso se desarrolla implicando territorios y sujetos heterogéneos entre sí, articulando este espacio a través de la polarización de relaciones de fuerza preexistentes, construyendo alianzas transversales, relaciones de dominio y de dependencia[6]. “Articular las escalas geográficas, políticas, legales, sociales y culturales radicalmente heterogéneas en la dimensión global de los actuales circuitos de acumulación es una de las tareas más importantes a las que se enfrenta el capitalismo contemporáneo”[7]. En este proceso, la constitución asimétrica de Europa —visible en la dinámica norte/sur y central en la incorporación del Este europeo—, encuentra su doble en la polarización permanente de las metrópolis. En este sentido, podemos ver cómo la producción política a escala europea de criterios de convergencia (Maastricht: deuda, déficit, inflación, tipos de interés) y de nuevos regímenes para la educación, el mercado de trabajo y las políticas migratorias (Bolonia, Amsterdam y Bolkenstein, Schengen) viene acompañada de la repetición, en las ciudades europeas, de políticas urbanas recurrentes: gentrificación del territorio, precarización del mercado de trabajo, multiculturalización social y aprovechamiento en los procesos productivos de facultades humanas como el lenguaje, los afectos, la cooperación, la diferencia y el conocimiento. Esta nueva gubernamentalidad procede segmentando el espacio social, con el objetivo de “generalizar efectivamente la forma "empresa" dentro del cuerpo o el tejido social [y] retomar ese tejido [para que] pueda repartirse, dividirse, multiplicarse no según la textura de los individuos, sino según la textura de la empresa”[8].
Precisamente en este intento de fractalizar el espacio europeo, de imponer (con formas viejas y nuevas de violencia) sobre territorio y población una misma regla empresarial[9] para los procesos de gobierno y explotación de las relaciones sociales, aparece con nitidez tanto la excedencia producida por los movimientos sociales como sus momentos de crisis: la debilidad a la hora de resistir a los ataques a los derechos sociales conquistados en la fase fordista, así como la reaparición de relaciones de dominio (por ejemplo, dentro de las formas organizativas clásicas del movimiento obrero), pero también la fuerza y la creatividad de desplazamiento a la hora de constituir subjetividades imprevisibles, inaugurar nuevos continentes de producción, discursivos y concretos, en los que hacer instituciones comunes de gestión autónoma de la riqueza social.
2. Puede que la necesidad de encuentro con otros sujetos en movimiento a escala europea se desatara en los militantes sueltos, aún antes que en los movimientos, a partir de una serie de experiencias diseminadas de transformación de lo real de los años '90, o por lo menos así fue en mi caso personal: no tanto para construir un proyecto político compartido, sino sobre todo para descubrir las memorias de resistencia y las múltiples formas de vida (de organización y de acción) que brotaron en los años '90 en el espacio metropolitano europeo. Ante procesos recurrentes de reestructuración del territorio, de transformación del trabajo, de crisis de la representación, surge, diseminado por la sociedad, el deseo de volver a pensar el futuro próximo como posible y abierto, en lugar de sellado dentro de las reglas neoliberales.
Aunque el 1 de enero de 1994 represente sin lugar a dudas un momento decisivo en la posibilidad de imaginar un nuevo comienzo de la historia, es importante no olvidar las memorias que, dentro de Europa, empiezan nuevamente a movilizarse, encontrando modos propios de ser, construyendo experiencias nuevas y compartidas, que se cruzan y se buscan. Es probable que no tenga sentido rastrear el inicio de este proceso: siempre es posible remontarse más atrás o ir hacia otro lugar y descubrir otras fuentes de este deseo. Pero algunos acontecimientos pueden ayudar a orientarnos. En 1991, en Venecia, el Encuentro Internacional “contra la Europa de los Patrones” constituye uno de los primeros momentos en los que militantes y activistas se reúnen para discutir de los lazos entre los procesos que se están desplegando en cada territorio, así como las primeras movilizaciones contra el G7 marcarán en los años siguientes la biografía tanto personal como colectiva de los movimientos que vienen de los Años de Invierno. Con toda seguridad, después de 1994, con el levantamiento zapatista, con las primeras movilizaciones convocadas a escala global (Madrid 1994) y el resurgir de un denso debate entre movimientos, en las revistas, en los fanzines y ayudado por el uso social de las BBS[10], las telas de araña que atraviesan Europa se van haciendo más tupidas.
El territorio europeo vuelve a estar surcado de viajes, encuentros y movilizaciones, alentados y empujados por la transformación global, por la necesidad de analizarla, por la dificultad de detener algunas dinámicas y de inventar formas de éxodo constituyente. Van apareciendo múltiples redes que experimentan y sedimentan prácticas, lenguajes y formas de organización originales, que comienzan a tejer de nuevo la relación conflictiva entre la izquierda autónoma y la esfera institucional, reabriendo el debate sobre el nexo entre trabajo y renta (las huelgas en Francia de 1995, AC!, los Tute Bianche [monos blancos], el debate europeo sobre las Euromarches [marchas europeas contra el paro]), sobre la cuestión del sujeto en relación con la crisis del Estado social (en la sanidad, con Act Up), sobre el vínculo ambiguo y violento entre legalidad, ciudadanía y derechos (sans papiers en 1996, kein mensch ist illegal [ninguna persona es ilegal] en Documenta en 1997).
Para los movimientos, constituye un punto de inflexión en la producción de acción común a escala europea la manifestación contra el paro en 1997 en Amsterdam, donde el movimiento okupa, los centros sociales, el zapatismo “europeo”, los incipientes movimientos alterglobales, el sindicalismo de base y mil formas heréticas del movimiento enzarzan a miles de personas en un viaje que atraviesa las fronteras de Schengen. Para mí, que no estuve, este viaje se tiñó de mito: de las quinientas, cinco mil, diez mil personas que ocupan el tren en Milán hasta el regreso de Amsterdam en una gigantesca coctelera verde.
Y Amsterdam representa un punto de inflexión al que podemos ligar el ciclo de movilizaciones de Londres, Praga, Niza, Davos, Gotemburgo y Génova. Alrededor y más allá de estos momentos, entre 1997 y 2001, People’s Global Action [Acción Global de los Pueblos], indymedia, los hackmeetings y los campamentos noborder [no a las fronteras] constituyen laboratorios vivos tanto desde el punto de vista formal como por las experiencias y encuentros que, en los años siguientes, producirán procesos de reflexión y movilización sobre la precariedad (EuroMayDay y otros) o redes de debate y acción por la libertad de movimiento (como la red Frassanito, Fadaiat, la Caravana por la libertad de movimiento y otros).
Nociones
y disyunciones
Más que proseguir con una genealogía discutible y una lista incompleta de las redes de estos últimos años, intentaremos indagar sus márgenes y proponer algunas nociones comunes, como potencias abiertas en lo sucesivo a través de estas experiencias en red. Y también señalar algunas terrae incognitae, puntos de disyunción en los que nos parece necesario construir nuevos laboratorios de invención política y articular nuevas experimentaciones.
1. El primer margen es el de los lugares de la autonomía en los últimos diez años: la invención de nuevas formas de organización en el territorio (como, por ejemplo, los centros sociales, las info-shops [tiendas de información], las campañas de union organizing [organización sindical] y otras formas de sindicalismo social) representaron en Europa en los últimos años laboratorios vivos y en permanente expansión. Es importante renunciar a una visión lineal de estos lugares: cada proceso, además de estar caracterizado por una dimensión territorial específica, está marcado por la historia política del contexto, por el marco institucional y legislativo, así como por los aspectos micropolíticos que determinan los comportamientos organizativos, las temporalidades de los movimientos y sus estructuras internas. Es interesante en este sentido mencionar algunos ejemplos. En el debate sobre la organización del trabajo sexual, hay un interesante punto de disyunción dentro de los movimientos: mientras que, para muchas compañeras y compañeros en Europa (ISWU, Licit, Hetaira, Comitato per i diritti civili delle Prostitute, MAIZ, Doña Carmen), la inclusión del trabajo sexual dentro del estatuto general del trabajo garantizado es una lucha necesaria por los derechos sociales y por el fin de la exclusión social, por otro lado, Sonia Sánchez, de AMMAR Capital, en Argentina, y María Galindo, de Mujeres Creando, en Bolivia, sostienen la imposibilidad de definir la prostitución como trabajo por la violencia sexual (física y simbólica) que cargan sobre sus espaldas las mujeres que la ejercen[11]. Y, sin embargo, esta distinción nace de elementos de método comunes en el análisis de lo existente. Mientras que la primera posición surge de hecho en un contexto de exclusión del sistema de protección social y de estigmatización excluyente (en los sindicatos, en las estructuras del Estado, en la moral trabajista y católica) y a partir de la necesidad de que las trabajadoras del sexo afirmen una toma de palabra autónoma y pública, la posición de Galindo y Sánchez nace en el contexto latinoamericano (en particular, de AMMAR) de la necesidad, entre otras cosas, de acabar con una relación de poder con los sindicatos, reafirmando la autonomía de las prostitutas y rompiendo las relaciones de exclusión y monopolio de la representación.
Igualmente policroma es la relación de los lugares de los movimientos en Europa con las estructuras del Estado, donde los canales de contacto, incursión, cooperación y financiación dependen de las geografías institucionales locales: en Italia, la diferenciación de los poderes a escala local y la distinción entre política y administración ha impulsado en los últimos años reflexiones y prácticas de relación institucional desde los movimientos, sobre todo en el ámbito local (ayuntamientos, gobiernos provinciales, redes de nuevos municipios); en el Reino Unido, en cambio, las instituciones académicas y los sindicatos sectoriales desempeñan un papel más significativo en los debates y en las estrategias de los movimientos, tanto por su papel histórico, como por la neta segmentación de las formas institucionales británicas. En España, la práctica institucional de los movimientos incide con mucha mayor frecuencia en las relaciones con las autonomías locales y también con las instituciones culturales, es decir, instituciones nacidas durante o después de la transición posfranquista y definidas en un contexto histórico diferente.
Con estos dos ejemplos, queremos subrayar que, si buscamos tendencias absolutas en los procesos de constitución, con frecuencia se nos escapará la posibilidad de leer otras declinaciones comunes no necesariamente coordinadas, significativas sobre todo por la imposibilidad de establecer una coherencia definitiva entre los distintos procesos. Interpretar estos nexos desde un punto de vista sinóptico, en lugar de sintético, permite reconocer resonancias no sólo entre los distintos proyectos, sino, más allá, entre éstos y las transformaciones sociales, de las que los movimientos pueden ser motor o simplemente reflejo. A decir verdad, detenerse en las líneas tendenciales y comunes no permite poner en evidencia la inteligencia pragmática y situada que los movimientos ponen en juego al inventar las formas de la organización, así como al definir estrategias en relación con las jerarquías de poder y los espacios posibles de cooperación con las instituciones. Leer la ductilidad y la capacidad de composición de la ética de la autonomía en función del contexto es fundamental para pensar los modos de construcción de una institución-red, porque la articulación abierta entre estos modos de hacer es lo que permite construir alianzas entre procesos singulares en cada territorio y elaborar cartografías tácticas que favorezcan la intervención cotidiana dentro de las inaccesibles estructuras y las cambiantes micropolíticas de la governance.
2. Un segundo aspecto en el que centrar nuestra atención atañe a la construcción de procesos organizativos comunes capaces de inventar nuevos paradigmas de conexión y traducción de lenguajes y prácticas. Como decíamos antes, la continuidad del espacio europeo está fuertemente marcada por un ejercicio de gobierno que intenta recomponer la heterogeneidad y reconducir a la lógica del valor la complejidad de este espacio de cooperación social. Si miramos al trabajo vivo, advertimos que “el capital [lo] cubre y "captura" mediante múltiples modalidades, todas las cuales convergen hacia la producción de su dimensión global. [...] Mientras que el capital articula su dimensión global traduciendo [el trabajo vivo] al lenguaje del valor, nosotros debemos pensar cómo constituir un sujeto colectivo capaz de transformaciones radicales que partan de los antagonismos y conflictos que caracterizan cada momento de "captura"“[12].
La producción “heterolingüe”[13] de los movimientos se da, en lo concreto, al intentar construir lenguajes situados en la raíz de las dimensiones antagonistas de lo real, capaces de pasar de sujeto a sujeto, de traducirse de contexto a contexto. Este proceso implica la necesidad de reconocer en cada situación la pluralidad de lenguajes que se despliegan y de territorializar en los espacios sociales heterogéneos la práctica y el discurso, “incluso en aquellos que normalmente se piensan como [espacios] "monolingües"“[14]. Transform, por ejemplo, construye puentes de comunicación con las reflexiones políticas en el seno de la producción creativa (creativity hypes, correspondences), de la dimensión institucional (instituent practices y otros), etc. Además de este proyecto, muchas son las formas en las que se han intentado construir lazos con la esfera de producción de comunicación (en las múltiples formas de indymedia y análogos), intervenir activamente en la transformación de las dinámicas productivas de formación (el debate abierto en fecha reciente por edu-factory y la red de las Universidades Nómadas), experimentar y reinventar formas de organización sindical (EuroMayday, Justice for Cleaners, Intermitentes franceses, Oficinas de Derechos Sociales), así como practicar formas de cooperación internacional horizontal capaces de aprovechar la posición europea en la geopolítica global (las redes zapatistas europeas, action for peace, caravana por la libertad de movimiento) y contaminar prácticas y lenguajes en las luchas por la libertad de movimiento y por la universalidad de la ciudadanía (kein mensch ist illegal, noborder, Frassanito, IWW).
La multiplicidad y la complejidad de estas redes, con sus éxitos y sus límites, escapa a la sensación de solución definitiva de los conflictos, a la plana retórica socialdemócrata de la Unión Europea, y nos permite reconocer las fronteras internas, las diferenciaciones subjetivas, las asimetrías globales, las prácticas y las subjetividades emergentes, es decir, ese conjunto de pliegues, conflictos y antagonismos que pueblan el espacio reticular europeo.
Y, sin embargo, tal y como se desprendía en una discusión reciente entre militantes y activistas de distintas regiones de Europa, si probamos a localizar los campos discursivos de las iniciativas de los movimientos desde 1994 en adelante, nos percataremos que la intervención se concentra en torno a las palabras clásicas de la regulación social y el trabajo, a las que se vinculan cada vez más claramente las esferas de la comunicación y del conocimiento. A pesar de la atención teórica a las dimensiones de la cooperación social más allá del trabajo, el lenguaje (y las prácticas) de los movimientos están todavía ligados en lo más profundo a estas esferas de intervención. Por este motivo, nos parece útil intentar repensar, deconstruir y rearticular la “figura imaginaria” de los movimientos dentro de la complejidad material del desplazamiento de la producción del trabajo a la vida, esquivando la reducción automática de los procesos sociales de antagonismo exclusivamente a las dinámicas de la producción y asumiendo la multiplicidad de los campos existenciales implicados en la producción en la actualidad y, por lo tanto, el desplazamiento del conflicto hacia el intento de subsunción de las formas de vida emergentes en el lenguaje del valor. Deslizarse por nuevas dimensiones significa, por consiguiente, producir un hetero-lenguaje que dé carne a nuevas líneas de conflicto, que descubra cartografías ocultas en las que librar batallas y en las que utilizar como potencia viva la parcialidad del punto de vista de los movimientos sobre los pliegues de conflictividad del espacio europeo para buscar nuevas miradas y procesos de subjetivación diferentes y autónomos. Por ello, la capacidad de la institución-red como instrumento de conexión entre distintos lenguajes, de consolidación de elementos comunes, de búsqueda de redundancias, permite moverse con mayor eficacia en la complejidad que se abre cuando, como se ha dicho, facultades humanas como el lenguaje, los afectos, la cooperación, la diferencia y el conocimiento se ponen a producir.
3. Por último, un tercer margen a lo largo del cual reflexionar se refiere a la contaminación entre diferentes formas de organización política. A decir verdad, en los últimos años, han surgido formas organizativas innovadoras a partir del encuentro entre raíces históricas y subjetivas diferentes, lo cual ha dado lugar a procesos en transformación. La imprevisibilidad de estas contaminaciones, ligadas a la aparición de nuevas subjetividades generacionales, al protagonismo de acontecimientos singulares, a las nuevas dinámicas de producción, a la composición social y cultural producida por los flujos globales, hace que cada vez resulte menos eficaz pensar la estrategia política de forma diacrónica y programática. La aceleración producida en España por los ataques racistas en El Ejido y, luego, por la oleada de encierros de migrantes para obtener una regularización en 2001 y en 2005, la innovación de las formas sindicales a raíz de la migración a Londres del modelo de union organizing o de la aparición de los intermitentes del espectáculo como protagonistas sociales en Francia o la irrupción de flash mobs [movilizaciones relámpago] como VdeVivienda (en particular en Barcelona), han sido procesos que han sacudido, no sólo a sus protagonistas, sino también los debates y los contextos políticos en los que situar el movimiento. Del mismo modo, acontecimientos como la guerra en Irak o las imágenes de Ceuta y Melilla en el 2005 han impuesto poderosos escenarios de intersección entre transformaciones de la ética viva de la sociedad y la acción política autónoma. En muchos otros acontecimientos, en cambio, ha sido mucho más difícil que se produzcan procesos de contaminación más profunda, por más que en los análisis se reconozca su centralidad: tal vez éste sea el caso de la red de afectados ligada a los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, que, pese a haber intentado construir una reflexión autónoma sobre la dimensión social del dolor y contra la guerra, no lograron producir un lazo con los movimientos y hoy por hoy se encuentran acorralados en los esquemas clásicos de derecha/izquierda, complot/justicia. Algo parecido sucede con el fenómeno de las banlieues [barrios populares] parisinas, donde la ausencia de voces “representativas” reconocibles en términos clásicos dificulta una contaminación, más allá del análisis, entre las revueltas urbanas y la innovación de las formas de acción del movimiento a escala europea.
En este sentido, pensar la institución-red como forma sincrónica de organización de los movimientos significa adentrarse en lo indescifrable, en los lenguajes aún desconocidos, y apostar por la acumulación y por la conexión de las memorias que deambulan por Europa, afinando procesos de “traducción” para producir nuevas composiciones sociales capaces de mover las formas cristalizadas de la política, sobre todo aquellas de base, y desencadenar sacudidas micropolíticas en la sociedad. En este sentido, nos parece que se están moviendo muchas cosas y que una onda de fenómenos de politización imperceptibles está atravesando muchos territorios. Es posible ver algunos de estos procesos en la red del Ferrocarril Clandestino (http//www.transfronterizo.net), donde colectivos y asociaciones de activistas migrantes están abriendo espacios de debate no sólo sobre cómo reivindicar sus derechos en el ámbito institucional, sino también sobre cómo producir instituciones y compartir instrumentos de bienestar social autoorganizado y commonfare[15] (puesta en común de informaciones legales, autogestión de espacios de cooperación, etc.). Al mismo tiempo, en Madrid, la reflexión impulsada desde hace tiempo sobre la dimensión del cuidado y el contrato social sexual ha articulado una estimulante conexión entre la Agencia de Asuntos Precarios, espacio de autoorganización que viene de la experiencia de Precarias a la Deriva, y el foro autoorganizado de Vida Independiente, compuesto por personas con diversidad funcional, sobre el vínculo entre cuidado, control y autonomía. Además de este tipo de iniciativas, otro proceso imperceptible tiene que ver con la producción de memoria crítica que va tomando forma en distintos lugares: desde las redes de historia oral, investigación y excavación, que están redescubriendo a los muertos anónimos de la guerra civil española y construyendo una contraparte problemática de la Ley de la Memoria (ARMH, http://armhcuenca.org/armh.html), a las coinvestigaciones sobre el movimiento antirracista inglés de los años ochenta que problematizan la dimensión de la governance multicultural en el Reino Unido, pasando por el trabajo en Eslovenia del proyecto Erased [borrados], sobre la implosión del proyecto yugoslavo y la amnesia sobre los últimos cincuenta años impuesta mediática y políticamente en el Este de Europa. Este conjunto de proyectos construye materialmente una dimensión sincrónica de la cooperación en red que moviliza dentro de procesos políticos distintas memorias moleculares y construye una línea quebrada de lucha para contraponer, a esa Europa constituida por una memoria molar y asimétrica, acrítica en el viejo Occidente y obediente al otro lado de sus fronteras, incluidas las que “cayeron”, un relato múltiple sobre lo que está sucediendo en el presente.
Para concluir...
Este debate se ha abierto ya en los lugares de movimiento: en el último número de Posse (“La clase por venir”), en algunos números y artículos sueltos recientes de transform, así como en debates, asambleas y discusiones que circulan por Europa. Para concluir, retomamos la idea de las políticas imperceptibles como clave de acción y conexión de un espacio policromo, “en relación con las experiencias imperceptibles de posibilidad y opresión propias del trabajo vivo”[16]. En efecto, las formas políticas que surgen en la actualidad en la sociedad europea no pueden actuar siguiendo senderos previamente trazados y sería improductivo confiar en las líneas civiles de la representación, de una relación con las instituciones desde fuera. Estas nuevas formas de vida deben actuar adaptando su inteligencia a las múltiples formas del poder, en una relación directa y conflictiva con el gobierno, intentando abrirse espacios de autonomía, construyendo su potencia a partir de su singularidad, traduciendo distintas experiencias entre sí y construyendo hipótesis en lenguajes múltiples, movilizando y produciendo una memoria viva capaz de contraponerse a la figura imaginaria de una Europa lisa y zanjada. Por eso es importante seguir construyendo y conectando procesos políticos imperceptibles, sin olvidar que estos proyectos se articulan en territorios que mantienen aún profundas diferencias y no están todavía fractalizados del todo, en los que las reglas de incorporación, los procesos de propagación de las movilizaciones sociales, responden a modos particulares tanto de las dinámicas del poder como de las formas de organización de las luchas. Al mirar a la Europa de los últimos años, con frecuencia hemos reconocido una dinámica social atrapada en las lógicas del capital, en la que los movimientos parecen incapaces de librarse del cepo y recobrar fuerza. Y, sin embargo, a veces imperceptibles como las lunas de Galileo, se mueven.
Las anécdotas y reflexiones de este documento están
ligadas a muchas historias que he oído contar, a muchas discusiones en las que
he participado. Muchas compañeras y compañeros encontrarán palabras suyas y no
siempre estarán de acuerdo con el uso que hago de ellas. Les agradezco sus
relatos y, en particular, a Marcelo Expósito, Amador Fernández-Savater, Tomás
Herreros, Sandro Mezzadra, Marta Malo de Molina y Maia Pedullà, les agradezco
las discusiones, las críticas y la paciencia.
[1] Hablasen con dos amigos o en una reunión pública, se sentía que estaban tejiendo una tela. Ambos eran infatigables tejedores de telas de araña, pero lo que les distanciaba era que a uno le interesaban las moscas que había que atrapar para reforzar sus propias posiciones, al otro las telas de araña como órganos de conexión en el mundo de los insectos [NdT].
[2] Rosi Braidotti, Sujetos nómades, Paidós, Buenos Aires, 2000.
[3] Raúl Sánchez, “Hacia nuevas creaciones políticas. Movimientos, instituciones, nueva militancia”, en transversal: instituent practices, mayo de 2007 (http://transform.eipcp.net/transversal/0707/sanchez/es).
[4] Yann Moulier Boutang, “Richesse, propriété, liberté et revenu dans le ‘capitalisme cognitif’”, en Multitudes, nº 5 , Propriété intellectuelle, mayo de 2001 (http://multitudes.samizdat.net/spip.php?article197).
[5] K. Dark, “The informational reconfiguring of Global Geopolitics”, y J. Agnew, “Political power and geographical scale”, en Y. Ferguson y R. Barry Jones (eds.), Political Spaces. Frontiers of change and governance in a globalizing world, State University of New York Press, Albany, 2002.
[6] Saskia Sassen, Territory, Authority, Rights. From Medieval to Global Assemblages, Princeton University Press, Princeton-Oxford, 2006.
[7] Sandro Mezzadra, “Vivir en transición. Hacia una teoría heterolingüe de la multitud”, en transversal: translating violence, noviembre de 2007 (http://translate.eipcp.net/transversal/1107/mezzadra/es).
[8] Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979), FCE, Buenos Aires, 2007, pág. 277.
[9] David Harvey, “From Managerialism to Entrepreneurialism. The Transformation in Urban Governance in Late Capitalism”, en Geografiska Annaler. Series B. Human Geography, Vol. XVII, nº 1: The Roots of Geographical Change. 1973 to the Present, 1989, págs. 3-17.
[10] R. Scelsi, No Copyright. Nuovi diritti nel 2000, ShaKe, Milán, 1994.
[11] María Galindo y Sonia Sánchez, Ninguna mujer nace para puta, La Vaca Editora, Buenos Aires, 2007.
[12] Sandro Mezzadra, “Vivir en transición. Hacia una teoría heterolingüe de la multitud”, op. cit.
[13] N. Sakai, Translation and Subjectivity. On “Japan” and Cultural Nationalism, Minnesotta University Press, Minneapolis y Londres, 1997; B. Neilson, Free Trade in the Bermuda Triangle. And Other Tales of Counterglobalization, University of Minnesota Press, Minneapolis y Londres, 2004; Sandro Mezzadra, “Vivir en transición. Hacia una teoría heterolingüe de la multitud”, op. cit.
[14] J. Solomon, “Translation, Violence, and the Heterolingual Intimacy”, en transversal: translating violence, noviembre de 2007 (http://translate.eipcp.net/transversal/1107/solomon/en).
[15] Emmanuel Rodríguez, El gobierno imposible. Trabajo y fronteras en las metrópolis de la abundancia, Traficantes de Sueños, Madrid, 2003.
[16] V. Tsianos y D. Papadopoulos, “Precariedad: un viaje salvaje al corazón del capitalismo corporizado”, en transversal: máquinas y subjetivación, noviembre de 2006 (http://transform.eipcp.net/transversal/1106/tsianospapadopoulos/es).