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04 2022

Masculinidad marcial y populismo autoritario

Isabell Lorey

Traducido por Sara Jiménez

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Treinta años después de la caída del muro de Berlín, ha vuelto la mentalidad de bloques. El Occidente «democrático» contra el Oriente «autoritario». Las alianzas autoritarias en «Occidente» pasan a un segundo plano y se silencia la crítica a los inconvenientes crónicos de la democracia liberal. Los Estados hasta hace poco acusados de amenazar la democracia y el estado de derecho ahora son aceptados. Vuelven a pertenecer al «nosotros» democrático. Con la guerra de Ucrania, el autoritarismo de «Occidente» se externaliza al régimen de Putin. Pero el populismo autoritario lleva mucho tiempo expandiéndose en Europa, en plena democracia liberal, en Estados que se autodenominan iliberales, pero no solo allí. La pandemia ha reforzado esta transformación neoliberal-autoritaria. Cuando las inseguridades aumentan y con ellas la compulsión al control, todos los bandos recurren a los identitarismos, como si las críticas a los mismos nunca hubieran existido.

La guerra es un momento de renacionalización, un momento en el que se reclama la unidad desde todos los bandos. Pero la pandemia ya devolvió las fronteras al interior de Europa y la gestión de las cifras a nivel nacional. En la lucha contra la pandemia se observó una refamiliarización en el sentido heteronormativo tradicional[1]. En contra del argumento de que la sociedad está dividida en un grupo de personas razonables que acatan las normas de la pandemia, por un lado, y un grupo de personas que se niegan a la vacunación y apelan a la libertad, por otro, lo que se ve aquí son más bien dos líneas de una creciente autoritarización de la sociedad neoliberal, tejidas en un nuevo Biedermeier[2]. Por supuesto, en lo que respecta a un giro autoritario en la parte democrática liberal de Europa, hay que remontarse al menos a las políticas de austeridad de la Unión Europea a raíz de la crisis financiera y económica de 2007/08, e incluso más allá, al desmantelamiento y a la reestructuración neoliberal del estado de bienestar que ha tenido lugar durante al menos las últimas dos décadas y sus interpelaciones individualizadoras de la auto-responsabilidad. Sin querer interpretar ninguna linealidad del desarrollo autoritario, quiero destacar la precisión y la visión de largo alcance del pensamiento de Stuart Hall al inicio de la gobernanza neoliberal (es decir, a finales de los años 70 en el contexto del gobierno de Thatcher) cuando introdujo el término «populismo autoritario» y lo describió como un aspecto de la forma liberal representativa de la democracia[3].

Las fuerzas populistas autoritarias e iliberales se basan en las desigualdades constitutivas y en los patrones de dominación de la democracia liberal moderna. Una de las aporías clave de la democracia liberal es que los procesos de democratización pueden darse sin que ocurra ningún cambio en esta modalidad de democracia en su forma básica masculinista, burguesa y excluyente. Stuart Hall dejó claro que el «populismo autoritario» no surge de la nada. Tiene largas continuidades y se renueva desde el centro burgués del orden social. Los medios recurrentes de movilización autoritaria-populista son los «pánicos morales», alentados por cuestiones como la seguridad, las migraciones y la liberalización sexual[4]. El populismo autoritario se opone directamente a una organización más libre de las relaciones entre géneros y de los regímenes sexuales.


La dualidad de la masculinidad marcial

En su declaración contra «Occidente» televisada el 24 de febrero de 2022, día de la invasión de Ucrania, Vladimir Putin proclamó, entre otras cosas: «De hecho, incluso hasta hace poco, no han cesado los intentos de utilizarnos para sus propios intereses, para destruir nuestros valores tradicionales e imponernos sus pseudovalores, que corroerían a nuestro pueblo desde dentro. Esas actitudes que ya están imponiendo agresivamente en sus países y que conducen directamente a la degradación y a la degeneración, ya que va en contra de la propia naturaleza humana»[5]

Los «falsos valores» que están en juego aquí, que «degradan» y «degeneran» los «valores tradicionales», son las formas de vida lésbica, gay y queer. Desde hace años, Putin arremete contra todo lo que ponga en tela de juicio los «valores tradicionales» del binarismo sexual biológico y la heteronormatividad patriarcal. Junto con las fuerzas ortodoxas rusas, el régimen de Putin ha atacado cada vez más a la homosexualidad, a las personas trans y al movimiento LGTBQIA+. El temor a que las formas de vida no heteronormativas puedan debilitar la sociedad, el Estado y la religión ha seguido creciendo entre los conservadores rusos[6], pero el uso de Putin de un razonamiento tránsfobo y homófobo para justificar el ataque a Ucrania señala una dimensión totalmente nueva. El antiliberalismo, el populismo autoritario y el culto al hombre fuerte y heterosexual se funden para legitimar la guerra[7].

Otro elemento reaccionario de esta guerra es que se está constituyendo no solo del lado ruso sino también del lado ucraniano a través de identidades biológicas binarias y de políticas de identidad reaccionarias del populismo autoritario. La reivindicación de un pueblo homogéneo, de una patria y de una nación requiere necesariamente de la unificación de dos géneros: una masculinidad que lucha a muerte por la patria por un lado y las mujeres responsables de la reproducción de la nación, por otro. En Ucrania, las mujeres son, junto con l*s niñ*s y l*s ancian*s, las únicas que pueden huir. A cualquiera que no tenga la ciudadanía ucraniana y a cualquiera del que se pueda inferir una apariencia no europea, le resultará extremadamente difícil huir y acceder a ayudas. El racismo de las políticas migratorias y de asilo en las fronteras europeas vuelve a quedar patente. Todos los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años deben, según la lógica de la masculinidad patriarcal reaccionaria, permanecer en el país y luchar por la patria. Son confinados e impedidos brutalmente de cruzar la frontera nacional, de retirarse de la guerra, de desertar para evitar la guerra en territorio nacional. Incluso las personas trans y no binarias que (todavía) tienen una indicación de género masculino en su pasaporte se ven obligadas a sobrevivir en medio de esta masculinidad binaria y brutalmente reaccionaria por esta movilización de todos los «hombres». Aunque en Kiev y en otros lugares había un ambiente queer vibrante antes del ataque ruso, en Ucrania es muy difícil cambiar el género oficial, ya que el proceso sigue estando ligado a informes psicológicos y carece de sensibilidad. Por ello, muchas transiciones tienen lugar «en privado» y sin orientación médica[8]. En la guerra, esta privacidad se vuelve aún más difícil de habitar y más precaria y expuesta a la creciente violencia sexualizada de la masculinidad beligerante. 

Sin embargo, en varios lugares de Ucrania se han podido organizar espacios seguros para las personas trans y queer que huyen de la guerra[9].

La figura del líder masculinista autoritario encarnado en Vladimir Putin es solo la punta de este identitarismo marcial-masculinista ideado y llevado a cabo en nombre de un «pueblo» nacional supuestamente unificado. La figura de Volodímir Zelensky se moldea como una contrafigura y se le asigna el papel del «héroe trágico»: el cómico presidente electo de Ucrania se vería obligado por la guerra de agresión rusa a hacer de la «violencia un mal necesario»[10]. Su puesta en escena de la masculinidad le muestra heroico, humilde, vulnerable y exigente. Putin, en cambio, es visto como un monstruo frío o loco. David contra Goliat: la dualidad de la masculinidad marcial. La masculinidad que se celebra en torno a Zelensky no está menos caracterizada por el militarismo, especialmente cuando llama repetidamente a la entrega de armas, así como a la intervención de la OTAN, en sus numerosas apariciones transmitidas en directo en los parlamentos nacionales y en la asamblea de la ONU. Al hacerlo, promueve conscientemente la militarización en la UE, y al mismo tiempo, acepta de forma constante —al menos a nivel retórico— otra guerra mundial. Entender este retorno de la masculinidad marcial heroica como un supuesto síntoma de una política de seguridad global fallida, en la medida en que «Occidente» no interviene militarmente y los hombres ucranianos se quedan solos para defender su país[11], es subestimar de manera espectacular la expansión multidimensional del populismo autoritario, que es capaz de afirmar la masculinidad patriarcal, violenta y heteronormativa una vez más como la «nueva normalidad» de una nación apta para la guerra.

La UE y el llamado «Occidente» se están reconstituyendo en la línea de un identitarismo homogeneizador, supuestamente establecido a través de la puesta en escena del acuerdo y la unidad dentro de la UE y junto con Estados Unidos. Se integran posiciones iliberales que vuelven a pertenecer al «Occidente» liberal, que profesa una vez más la defensa de sus «valores» identitarios en la unidad. En este militarizado «punto de inflexión de la historia» (o Zeitenwende, término utilizado por el gobierno federal alemán) prevalece el dictamen de unidad de la soberanía colectiva, que debe establecerse y garantizarse, en particular, a través de la independencia de la cadena energética y del suministro del gas ruso. El deseo «occidental» de autonomía e independencia (en la primavera de 2022 se sigue suministrando gas a Alemania desde Rusia) no es simplemente nacionalista; es la expresión de una mentalidad de bloques proteccionista.

Inserta en contextos populistas autoritarios, se producirá una soberanización marcial del bloque de «Occidente» a expensas de multiplicidades de todo tipo, incluso en lugares que se consideran liberales, creando puntos de conexión con las construcciones identitarias reaccionarias y excluyentes que rechazan no solo la igualdad de género, sino también la igualdad social en general[12]. La transformación ecológica tampoco tiene cabida en tiempos de guerra. La eliminación del carbón se pospone, la energía atómica se convierte en un lavado de cara verde. El aumento extremo de los costes de armamento y las deudas fiscales que conllevan también provocarán recortes y retrocesos adicionales en la asistencia social y en la sanidad y agravarán aún más las desigualdades y la precarización[13].

Desde hace algún tiempo, un argumento clave del populismo autoritario «occidental» ha sido que el antirracismo, la crítica al colonialismo y la ruptura múltiple de las normas de género binarias patriarcales debilitan y vacían la democracia liberal y socavan la autoestima patriarcal-masculina. Se acusa a las «políticas de la identidad» de la izquierda de haber dado a Putin razones para una guerra de agresión[14]. Que la guerra traiga consigo el renacimiento de una brutal masculinización patriarcal es bienvenido con la esperanza de poder demostrar de nuevo la superioridad dominante frente a los incivilizados y los monstruos. Las críticas a la democracia liberal y las reivindicaciones de igualdad y libertad para las múltiples formas de vida son posturas consideradas, en el mejor de los casos, aptas para tiempos de paz.


La identidad del «pueblo» y los «valores occidentales»

Esto deja fundamentalmente claro que el auge de los discursos autoritario-populistas y de las políticas iliberales no tienen que ver con una negación o un Otro de la democracia liberal, sino con una renovada intensificación de las desigualdades constitutivas de esta forma de democracia en las sociedades capitalistas, especialmente la desigualdad de género y el sexismo[15]. El género y la sexualidad no son solo temas o contenidos que alimentan la movilización de la derecha. La propagación de una diferencia de género «natural» va de la mano de una (re)tradicionalización de las relaciones de género patriarcales-heteronormativas en el discurso autoritario-populista. Al mismo tiempo, la noción biologicista-naturalizada del género consolida aún más las desigualdades sociales en la sociedad dominante, sobre las que se predica la estabilización de una masculinidad hegemónica reformulada[16]. Tal masculinidad supremacista es inseparable de la refundación nacionalista de la blanquitud, la cual, en la reformulación de un racismo biopolítico procedente del siglo XIX, promueve la interpelación de un «pueblo» «sano», «puro» y «blanco» a través de cuestiones de «género», «familia» e «identidad»[17].

Este «pueblo» identitario y etnificado se naturaliza como prepolítico. El populismo autoritario pretende crear una identidad del «verdadero pueblo» basándose en el antagonismo discursivo entre «ellos» y «nosotros», o «las élites» frente al «pueblo». En el bloque ideológico de «Occidente», los «valores occidentales» identitarios son sustituidos por el pueblo de la nación, mientras que la lógica identitaria sigue siendo la misma.

El giro autoritario neoliberal se apoya principalmente en los discursos identitarios y de autenticidad, y así, la representación culmina idealmente en la figura de un líder masculinista. Las estrategias discursivas sobre la identidad del «pueblo» mantienen la forma representativa de la democracia y sugieren soluciones para su crisis. Desde el inicio de la pandemia de la Covid19, estas ideas de pureza identitaria se han unificado con las fantasías extendidas de un cuerpo indemne y no contaminado, de libertad individualista y autodeterminación, y como tal, han encontrado amplia resonancia entre los movimientos Querdenker y antivacunas.   

El «pueblo» constituido en términos identitarios se opone desde hace tiempo no solo a las «élites políticas» y a los inmigrantes. L*s llamad*s «generistas», las feministas, los activistas LGTBQIA+ y de derechos humanos son señalad*s como «enemigos del pueblo», porque rechazan la reproducción en el sentido de fortalecimiento patriarcal-racial de la nación. El movimiento político mundial completamente contradictorio contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, el derecho al aborto y de lo «políticamente correcto», ha sido enardecido una y otra vez por el Vaticano, que inventó y difundió con éxito la terminología de la «ideología de género»[18]. El discurso antigénero, que llega hasta la burguesía liberal, posibilita de manera simultánea que la violencia contra las mujeres y las personas queer y trans se consideren por el público en general como malas conductas individuales o actos atribuibles a «relaciones» en la esfera privada y que dicha violencia se externalice, de forma estructural, como efectos de un patriarcado no ilustrado del «Otro»[19].


Formas de vida frente al intervalo entre el liberalismo y el populismo autoritario

Tras varias décadas de sedimentación de las condiciones neoliberales individualistas e individualizantes, surgen cada vez más las preguntas de cómo se pueden problematizar las vulnerabilidades y precariedades más allá de las construcciones identitarias y de cómo se pueden pensar y politizar en medio de conexiones y afectos mutuos que no se pueden soslayar. ¿Qué significa aferrarse a la identidad cuando incluso bajo esa bandera puede librarse una guerra identitaria masculinista reaccionaria contra las formas de vida queer? En tiempos de renacionalización, de renovado auge de la soberanía popular, de afinidades de bloques y de políticas migratorias ciudadanas profundamente racistas, no puede existir una política de la identidad de izquierdas. Si queremos entender la democracia de una manera fundamentalmente diferente —sin nación, sin pueblo, sin pensamiento de bloques— debemos dejar de respaldar las construcciones identitarias y —para decirlo en términos de Foucault— afirmar lo que podemos devenir en el presente sin apegos identitarios, cómo podemos devenir diferentes, cómo podemos desubjetivarnos[20].

Esto significa continuar y volver a empezar desde las luchas. Significa negarse y desertar, rechazar las imposiciones y heridas de las condiciones de dominación existentes, romperlas y transformarlas de forma duradera. Las políticas de la identidad y sus correspondientes formas de organización no están a la altura de esta tarea. Las prácticas de evasión significan apartarse estratégicamente, desertar no solo de la guerra sino también de las condiciones neoliberales-democráticas imperantes, prácticas de improvisación e invención, prácticas que pueden verse en las luchas comunes. Partir de las luchas contra el racismo permite captar las (re)fundaciones del racismo a través de la resistencia definida por l*s migrantes y no a través de posicionamientos producidos por el racismo, malinterpretados como identidades[21]. En las luchas transnacionales queer-feministas contra la violencia infligida a los cuerpos feminizados, lo que se tiene en común no emerge a través de las identidades sino de las experiencias conectadas y del «cuestionamiento situado y transversal de las violencias», como han puesto de manifiesto Verónica Gago y otras en relación con el movimiento Ni Una Menos en América Latina[22]. Poner en el centro las vincularidades y las relaciones de cuidado es desmontar la figura patriarcal-masculinista y colonizadora del sujeto autónomo e independiente que explota el trabajo de cuidado y reproductivo devaluado y feminizado en el modelo familiar heteronormativo. Tomar como punto de partida las relaciones de cuidado endeudado sin connotaciones morales no niega las ambivalencias del cuidado entre el poder, el apoyo y la violencia. Este tipo de perspectiva corresponde a una inclusión radical de todas las prácticas no binarias de cuidado que subrayan las vincularidades[23]. Cuando tomamos como punto de partida las prácticas de cuidado endeudado, vivimos en el subcomún, incapaces de soberanía, en el cuidado mutuo. «El subcomún es el rechazo de lo interpersonal, y por extensión de lo internacional, sobre el que se construye la política. Ser subcomún es vivir incompleto al servicio de una incompleción compartida, que reconoce e insiste en la condición inoperante del individuo y de la nación, ya que estas fantasías brutales e insostenibles y todos los efectos materiales que generan oscilan en el intervalo cada vez más corto entre el liberalismo y el fascismo»[24]. Más allá de este intervalo de populismo autoritario, situarse en el cuidado hace posible la desubjetivación, no como privación sino como nuevos modos de subjetivación que emergen a través del afecto de y con los cuerpos y las cosas circundantes. Contra la militarización, el armamento y las masculinidades marciales, es posible experimentar una democracia del cuidado que afirme y expanda más allá de toda frontera la heterogeneidad de la multitud. No el pueblo, no la soberanía, no la nación.

 

[1] Cf. Mike Laufenberg, Susanne Schultz, «The Pandemic State of Care: Care Familialism and Care Nationalism in the COVID-19-Crisis. The Case of Germany», Historical Social Research 4 (2021), 72-99.

[2] Cf. Isabell Lorey, «Corona Effects: After Prevention, Just In Time: Digitalization and Contact Phobias», en Isabella Kohlhuber, Oliver Leistert (eds.), Hamburg Maschine revisited: Artistic and Critical Investigations into Our Digital Condition, Hamburgo: Adocs 2022.

[3] Stuart Hall, «Popular-Democratic vs Authoritarian Populism», en Alan Hunt (ed.), Marxism and Democracy, Londres 1980, 157–180. Para una actualización, ver también Alex Demirović, «El populismo autoritario como estrategia neoliberal de gestión de la crisis», Constelaciones. Revista de teoría crítica, 10, (2018), 116–134.

[4] Stuart Hall, «Authoritarian Populism: A Reply to Jessop et al.», New Left Review, 151, 26:3 (1985), 115–124, aquí 116.

[5] La cita del discurso de Putin en el original en alemán de este texto es de Deniz Yücel, «Hass auf Homosexuelle. Die radikalen Putin-Sätze, die zu wenig Beachtung gefunden haben», Die Welt, 28 February 2022, https://www.welt.de/kultur/plus237198075/Putin-und-die-Entartung-Kriegsgrund-Schwulenhass.html (Una traducción al español de este discurso disponible en: https://es.wikisource.org/wiki/Mensaje_a_la_Naci%C3%B3n_de_Vlad%C3%ADmir_Putin,_24_de_febrero_de_2022)

[6] Un síntoma evidente es la ley contra la «propaganda homosexual» aprobada en 2013, que provocó un aumento de la discriminación y los delitos de odio contra las personas LGTBIQA+. Los eventos y proyectos LGTBIQA+ han sido prohibidos desde entonces con el pretexto de la protección de los niños (y la acusación de «pedofilia»). (Cf. entre otros Razhana Buyantueva, «LGBT-Bewegung und Homophobie in Russland», Bundeszentrale für politische Bildung, online 19 de febrero de 2018, https://www.bpb.de/themen/europa/russland-analysen/264904/analyse-lgbt-bewegung-und-homophobie-in-russland/; «Die Situation von LGBT in Russland», Deutsches Institut für Sozialwirtschaft, 22 de marzo de 2021, https://echte-vielfalt.de/lebensbereiche/lsbtiq/die-situation-von-lgbt-in-russland/).

[7] Sobre esta amalgama, ver también Yücel, «Hass auf Homosexuelle»

[8] Cf. Muri Darida, «Trans Menschen in der Ukraine. Kein Mann und trotzdem zum Bleiben gezwungen», Zeit-online /ze.tt, 15 de marzo de 2022, https://www.zeit.de/zett/queeres-leben/2022-03/trans-menschen-ukraine-militaer-mann.

[9] La activista de derechos humanos Maryna Shevtsova, de la Universidad de Liubliana (https://marynashevtsova.com/), escribe que estos espacios seguros necesitan urgentemente apoyo: dinero, hormonas, champú, tampones, que los activistas deberían llevar a países fronterizos con Ucrania, como Eslovaquia, para que puedan ser transportados a los refugios ucranianos (ver también Darida, «Trans Menschen in der Ukraine», https://www.zeit.de/zett/queeres-leben/2022-03/trans-menschen-ukraine-militaer-mann).

[10] Jagoda Marinić, «Männlich», Süddeutsche Zeitung, 25 de marzo de 2022; ver también Annalisa Merelli, «Man of the hour: The redefinition of masculinity is playing out in the fight between Zelensky and Putin», Quartz, 8 de marzo de 2022, https://qz.com/2135829/why-the-world-likes-volodymyr-zelenskyy/.

[11] Marinić, «Männlich».

[12] Ver Birgit Sauer, «Authoritarian Right-Wing Populism as Masculinist Identity Politics. The Role of Affects», en Gabriele Dietze, Julia Roth (eds.), Right-Wing Populism and gender. European Perspectives and Beyond, Bielefeld 2020, 25-44.

[13] Cf. «#Der Appell»: «Preserving Democracy and the Welfare State. No Armament in the Basic Law!», que han firmado decenas de miles de personas en Alemania en muy poco tiempo (https://derappell.de/en/).

[14] A este respecto, ver la perspectiva del periodista conservador italiano afincado en Estados Unidos Federico Rampini, «Perché l'Occidente è arrivato impreparato all'invasione di Putin?», Corriere della sera, 9 de marzo de 2022, https://www.corriere.it/politica/22_marzo_09/putin-sottovalutato-democrazie-4f53849a-9f1a-11ec-937a-aba34929853f.shtml.

[15] Cf. Birgit Sauer, «Demokratie, Volk, Geschlecht. Radikaler Rechtspopulismus in Europa», en Katharina Pühl, Birgit Sauer (eds.), Kapitalismuskritische Gesellschaftsanalyse. Queer-feministische Positionen, Münster 2018, 178-195.

[16] Cf. entre otr*s Agnieszka Graff, Ratna Kapur, Suzanna Danuta Walters, «Introduction. Gender and the Rise of the Global Right», Signs. Journal of Women in Culture and Society, 3, (2019), 541-560.

[17] Cf. Michel Foucault, Hay que defender la sociedad. Curso del Collège de France 1975–1976, Madrid: Akal 2003.

[18] Ya en 2001, el papa Juan Pablo II habló de «ideologías específicas de “género”» (Elizabeth S. Corredor, «Unpacking “Gender Ideology” and the Global Right's Anti-Gender Countermovement», Signs. Journal of Women in Culture and Society 44:3 (2019), 613-638, aquí 615; ver también Mary Anne Case, «Trans Formations in the Vatican's War on “Gender Ideology”», ibídem, 639-664). El Papa Francisco habló con firmeza sobre la «Ideología de Género» en su Carta Encíclica Laudato Si’ del Santo Padre Francisco - Sobre el cuidado de la casa común, 24 de mayo de 2015, párrafo 155, vatican.va. En su discurso ante los obispos polacos en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia en 2016, pidió rescatar a la humanidad de la ideología de género. En marzo de 2019, el representante del Vaticano en la ONU, el arzobispo filipino Bernardito Auza, agudizó aún más el «peligro» de la «ideología de género» en su discurso en Nueva York, como una «amenaza para el futuro», principalmente, el de los niños, y como un «retroceso para la humanidad» (ver Salvatore Cernuzio, «The Holy See Against Gender Ideology: A Danger to Humanity. Sex is Not a Subjective Choice», La Stampa, 22 de marzo de 2019). Esta campaña fue asumida por muchos políticos de extrema derecha con y sin conexiones con la Iglesia Católica.

[19] Sobre una comparación europea de los feminicidios en 2017, ver europeandatajournalism.eu. La violencia mortal contra las mujeres trans* no aparece en ninguna estadística policial. Todos estos feminicidios son asesinatos políticos y no crímenes en la esfera privada.

[20] Cf. Michel Foucault, Remarks on Marx. Conversations with Duccio Trombadori, Nueva York 1991, 46-47.

[21] Cf. Dimitris Papadopoulos, Niamh Stephenson, Vassilis Tsianos, Escape Routes. Control and Subversion in the 21st Century, Londres: Pluto Press 2008.

[22] Verónica Gago, La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo, Madrid: Traficantes de sueños 2019.

[23] Cf. en detalle Isabell Lorey, Democracy in the Political Present. A Queer-feminist Theory, Londres: Verso 2022.

[24] Stefano Harney, Fred Moten, All Incomplete, Londres: Minor Compositions 2021, 122 (traducción propia).